EL VOTO VOLUNTARIO… ¿Y DESFAVORABLE?
La cuestión del voto de ciudadanos a favor de dirigentes que no los favorecen, ha sido de interés y estudio por parte de muchos autores, y desde antiguo. Pero, trataremos de darle una mirada con perspectiva ‘moderna’, para aumentar en algo nuestra comprensión ante el fenómeno. La oportunidad puede ser la adecuada, en virtud de que en Argentina, se acaba de producir la elección de renovación parcial de legisladores en ambas cámaras, que se corresponden con la mitad del mandato del presidente J. Milei, y por eso llamadas “de medio término”, y, cuyo resultado favorable al oficialismo libertario, desmintió las especulaciones y proyecciones formuladas por muchos analistas, consultores, encuestadores y periodistas, toda vez que los pronósticos, considerando el humor social condicionado por el estancamiento (si no declive) económico de la economía en general, y de la clase trabajadora en particular, [ el retroceso en materia de derechos sociales, la caída del empleo, y del poder adquisitivo, etc.], no eran “objetivamente” propicios para el gobierno nacional. Los motivos del apoyo que constituyó a los candidatos libertarios como los más votados, es en principio un misterio, tal como lo aprecia la ciudadanía en general.
Utilizando literatura especializada, y con el empleo de algunas herramientas de las ciencias sociales, trataremos de al menos, reseñar la panoplia de instrumentos analíticos para aplicarlos eventualmente al caso, que tanta inquietud ha traído a los interesados en la política y a cuestiones sociales.
Por otra parte, deberemos hacer un somero repaso por las diversas “órbitas” de la actividad social, que gravitan en el direccionamiento del votante. Tales como; el aspecto cultural, o sea las prácticas sociales que prevalecen en las comunidades, los modelos de valores [moral] predominantes, los discursos hegemónicos en los medios de comunicación, la manipulación de la opinión pública, etc.
Una primera consideración que es menester adelantar, es que los incentivos para el voto no son siempre de naturaleza económica, los hay morales, identitarios, hasta religiosos, y otros. En un sistema plural, es natural que exista una cierta heterogeneidad en la masa de votantes.

Las antinomias exacerbadas construidas históricamente entre corrientes políticas, también influye notoriamente en el proceso decisorio para el voto. El lego dirá que hay votos promovidos por el odio, aún cuando sus consecuencias pueden revertir negativamente sobre el votante, y eso especialmente así, cuando ya se ha transcurrido un tramo dilatado de la gestión, y, siendo la realidad para vastos sectores de la sociedad, tan contundentemente adversa, ya nadie puede alegar ingenuidad, toda vez que elige repitiendo a quien no lo favorece, aún alegando una sensación de “displacer”, y pese a lo cual, refuerza la legitimidad del mandatario en cuestión con su voto positivo.
El lenguaje es un terreno fértil para formar ideas y fijar preconceptos. A veces se emplean mecanismos verbales de expulsión y exclusión, propiciando lo que se llama la grieta [como división radical]. Los buenos somos nosotros, los malos; ¡los otros! La antinomia, que supera el mero antagonismo. La denigración del otro, darle atributos de disvalor (mientras para uno se reserva la «normalidad»), es irreversible y atenta a la cohesión social. Transforma un adversario en enemigo.
Desde hace unos años, existe una persistente inoculación de odio que los medios de comunicación no inhiben, ni censuran, por el contrario, muchas veces son las usinas que lo generan, y en la misma dimensión, citemos la difusión intencionada de mentiras (declaraciones engañosas, ajenas a la verdad), y la banalización en que han incurrido, con tópicos que no merecen ser subestimados, o tratados como triviales, en general vinculados con la vida social o cuestiones de interés comunitario. El efecto en la opinión pública de estas prácticas, no puede ser otro que la confusión de valores, la desatención de cuestiones relevantes, el entretenimiento con distracciones, y la subsecuente formación de consciencias equivocadas.

En otro plano, el mundo del trabajo ha sufrido profundas transformaciones, y es sabido que el trabajo liga al sujeto, de una manera segura a la realidad. Por tanto, la precarización cada vez más extendida, o peor aún; el creciente nivel de desempleo, o el trabajador ‘formal’ que ni aún así, llega a fin de mes sin endeudarse para cubrir sus gastos, produce una desazón mayúscula, ya que los individuos carecen de toda expectativa, ni menos de cumplir la soñada realización personal.
El efecto principal a nivel social, es que el trabajo está perdiendo la función esencial en la vida singular y colectiva. Este estado de cosas, le ha permitido a las fuerzas de derecha, despolitizar y casi des-socializar el ámbito del trabajo, que fue la arena de disputa política por excelencia, durante casi todo el siglo XX.
De hecho, en estos momentos, el gobierno de Milei está negociando con gobernadores y legisladores autónomos, algunos proyectos de reforma para el campo laboral, que implicarían simple y llanamente, una abrupta regresión de al menos 100 años, para los derechos del trabajador y sus amparos.

¿Voto bronca?
La «rebeldía» que exhibe el primer mandatario, es a lo sumo, la expresión de una catarsis, incluso ni siquiera fingida, ya que cuando manifiesta su pensamiento, alude sin tapujos al odio que profesa hacia la “casta política”, o a los periodistas que no comulgan con sus ideas, de modo que tal rebeldía nunca es contra ningún poder fáctico, todo lo contrario, su sumisión ante el gran empresariado, o gobiernos de potencias occidentales, es muy elocuente, a través de sus dichos y actos.
En cuanto al latiguillo de la “libertad” que emplean los libertarios, no está asociado a la idea de justicia, como valor por el cual luchar en rebeldía ante toda injusticia, y así incorporarlo al patrimonio cultural [ideal]. Es solo una pretensión narcisista de no aceptar restricciones a su voluntad. De allí que ataquen al Estado como generador de “imposiciones”, como si las reglas elementales que rijan la convivencia cívica y la seguridad común, pudieran imponerse «por mera voluntad de las partes congregadas». Otros 500 años de retroceso, implicaría.

Juventud, Divino Tesoro
En tanto la juventud, cada vez tiene menos mandatos que cumplir, pues la mayoría de las costumbres sociales, han caído por impracticables o por el descrédito ante el cambio cultural y el progresismo. Las aspiraciones han cambiado. La rebelión típica de la juventud de otrora (‘60s; ‘70s; ‘80s) hacia aquellos mandatos paternales o culturales, ya no tiene razón de ser [trabajar establemente, casarse, formar familia, adquirir una vivienda, alquilar una residencia adecuada, etc.].
El retroceso material (económico) de la sociedad argentina de los últimos lustros, genera hoy una situación de desamparo, que la juventud vivencia. Ello suele derivar en desinteresarse por la política o la vida social movilizada. Nada importa, que no sea su íntimo círculo y propio ser. Si todo le da igual, la lógica es destructiva, que es lo que propone Milei. No plantea políticas públicas desde el Estado (otra que no sea de Seguridad represiva y Justicia persecutoria), sino destruirlo, a la vez que exhorta a los empresarios y particulares a tomar bajo sus intereses, la responsabilidad de hacer, a construir el país.
La manifiesta falta de dialogo del gobierno, se torna en un peligroso ejemplo [desconocer al otro] para toda la sociedad, pero particularmente como impronta a la juventud. El discurso violento o el negacionismo impregnan todas sus arengas, que prenden en los ánimos.
La visión sobre opositores o disidentes, es siempre de enemigos, no de adversarios, por eso, la salida siempre es suprimirlos. En definitiva, lo que intentamos marcar es que la influencia que tales comportamientos hacen votar a muchos desde una perspectiva descreída, pues advierten las falacias involucradas o la futilidad de pelearse con todos, pero también descreen de otras propuestas. Es decir, señalamos las resonancias que pueden tener en la psicología social.
La psicopatología del personaje (que muchos comentaristas refieren) no es un tema de nuestra especialidad, solo advertimos propuestas irracionales en su gestión, que pueden conducir al caos, a la orfandad de amplios sectores de nuestra sociedad, y ello sí, conforme a nuestro expertise analítico.

El aporte de la ciencia política
Como ya dijimos, en una sociedad plural y relativamente sofisticada, la comprensión del porqué la ciudadanía vota a unos y otros, es difícil, pese a lo cual, hay un constante esfuerzo de los politólogos en desvelar los precisos factores, o, los elementos de juicio que intervienen en el proceso decisorio, de cada segmento de preferencia por los respectivos candidatos.
Se investiga –por ejemplo–, si los condicionamientos que emergen de un sistema o coyuntura sociopolítica, afectan por igual a hombres y mujeres, o la influencia que puede tener la edad en la inclinación hacia ciertas propuestas o determinados candidatos.
Durante muchas décadas, (tomando centralmente el periodo de posguerra), con cierta estabilidad en los regímenes políticos democráticos, la mayoría de los análisis estaban basados en la motivación de los votantes por cuestiones racionales, relativizadas por la perspectiva ideológica del espectro existente en cada país, al que cada cual adhería [sistema de vida anhelado]. La «identidad partidaria» era un factor casi determinante.
Algunos votantes, los menos, evaluaban la gestión gubernamental, o el estado de la economía junto a otras variables, y, apoyaban o cambiaban su endoso a otros candidatos. Era llamado el voto económico o evaluativo, esto se relevaba mediante encuestas de opinión. No obstante, el voto ideológico o identitario tiene más peso siempre en el conjunto. Esta prevalencia demuestra ya, la emocionalidad que aparece al momento de optar.


Con el devenir de las democracias occidentales, se verificó en muchos países (incluyendo el nuestro) una modificación sustancial del sistema de partidos, que afectó significativamente la manera de votar de los ciudadanos.
En efecto, del Bipartidismo imperfecto, se fue dando una confluencia de fuerzas políticas en general asociadas por signos ideológicos comunes [conservadores / progresistas, estado céntricos / libremercadistas, revolucionarios / reaccionarios, etc.] con lo que derivó en una Bipolarización, que divide básicamente a la sociedad política, en dos bloques ideológicos.
Aquello no implica una rigidez posterior a la opción, o una limitante insalvable, pero la elección de uno u otro bloque, tiene tanto de racional como de componentes emocionales, en definitiva, es una expresión de autenticidad el seleccionar una agenda de cuestiones determinada sobre otras, o por las prioridades, o la forma de vida que cada uno pretende.
Por ello, el voto no siempre refleja en interés económico, puede estar desnudando la defensa de otros factores de interés. Estar al lado de mis compadres, puede no compatibilizar con cálculos racionales de utilidad, sin embargo, tiene su lógica [de cualquier modo, los humanos no somos completamente racionales].
Lo ideal sería un balance entre lo racional y lo emocional al momento de formular una elección, pero en la realidad, hay numerosos factores contextuales que inclinan la balanza hacia un lado u otro. En ese sentido, hay cierta dependencia del comportamiento de lo que acontece en el ‘ambiente’, el entorno o la época.

La comunicación masiva y la psicología social
Hoy día, con la influencia de los nuevos mecanismos de comunicación, se propende a decisiones más pasionales y menos racionales. Ello es así en virtud de que existen en las redes sociales, muchos líderes de opinión (influencers), que disertan sobre diversos temas con tono de autoridad [que legitiman sus vastas audiencias], careciendo de conocimientos específicos (en el mejor de los casos), por lo que provocan, – especialmente en estratos más jóvenes [inexpertos] – juicios de valor distorsionados, acerca de los asuntos abordados en esas plataformas.
Los electores muy bien informados, capaces de emitir juicios fundados, preparados para un análisis costo/beneficio o el impacto eventual de ciertas medidas políticas, son unos rara avis en cualquier sistema político, por tanto, es ‘despreciable’ [irrelevante] la incidencia que pueda tener en algún resultado electoral.
A su vez, los indecisos son cada vez menos incógnitas, ya que crece –según investigaciones de campo –, el voto predefinido, ya orientado (sin ser politizado), aunque este votante no conozca en profundidad la oferta de propuestas, ya tiene alguna inclinación, a pesar de que no lo admita cuando se lo preguntan.
También hay estudios que señalan que no hay tanto trasvase de voto entre partidos, más bien hay una activación o desactivación de determinados electorados, o sea; no hay tantos «votos infieles», sino que las bajas y subas de los votos totales de ciertas alianzas o partidos, se trata en muchos casos de suspender ‘preventivamente’ el vínculo electoral habitual [Abstencionismo táctico].
Obviamente que ello no implica que no existan cruzamiento de votos de un sector a otro, pero normalmente deben ser afines. La migración del clásico votante UCR porteño al PRO, en la década pasada, resultó elocuente en ese sentido. Otro tanto ocurre en la actualidad, con el traspaso masivo de simpatizantes del PRO a LLA.
Otros datos a considerar, es que, según estudios de la ciencia del comportamiento, [analiza factores como la motivación, las influencias sociales y los efectos contextuales en las decisiones y actitudes individuales y grupales] a diferencia de los hombres, que suelen tener conductas políticas más estables, siendo menos propensos al cambio, las mujeres, resultan más permeables al contexto, por tanto, el voto femenino resulta más variable.
En cuanto a la variante de la edad, se ha determinado que más allá de lo que reza el folclore, en el sentido de que; en la juventud se tiende a la izquierda y con la madurez, la tendencia es hacia el conservadurismo de derecha, las propensiones son más bien determinadas por la relación con el mercado del trabajo, que por la condición ‘etaria’.
En definitiva, la influencia mayor de todo votante respecto a los valores que defenderá, sean materialistas o postmaterialistas, es su contexto vital, antes que la edad.

Conclusiones
Después de haber abrevado –muy superficialmente, por cierto– en el saber de la psicología social, la sociología y la neurociencia, desde el análisis político, podemos enunciar un puñado de hallazgos, que debemos tener en cuenta toda vez que pretendemos “entender” la orientación del voto ciudadano, sus aparentes cambios, o incluso, la persistencia de los votantes en el apoyo de quienes no parecen favorecerlos.
Nuestras emociones están por encima de las razones. Los aspectos emocionales son determinantes a la hora de decidir, en un proceso que pretende ser ‘racional’, deliberado y consciente. Cuando elegimos entre alternativas, las emociones están presentes, y el Márketing Político entrena a candidatos para conectar con el gran público, en base a algunas de ellas (las que resultan movilizantes).
También sabemos, al menos desde los ’70, que las teorías racionales fueron relativizadas por un nuevo enfoque investigativo, lo que se conoció como Sesgos, una suerte de “filtros distorsivos” que aplican en la percepción de la realidad, los que serían ocasionados por emociones y ciertos patrones culturales adquiridos, fuentes que alteran la interpretación de la información que se recibe. De estas categorías, que son atajos del cerebro para arribar a conclusiones [prejuicios], el sesgo cognitivo o el sesgo de confirmación, son los más comunes, de un menú variado y extenso.
Al variar la percepción del sujeto, condicionan el análisis de la realidad como dijimos, y, por tanto, suelen conducir a desenlaces reflexivos [decisiones, votos] ilógicos, erróneos, parciales. Este fenómeno, se agrava cuando arrecian situaciones o condiciones de Crisis en el país. Pues la dinámica se fortalece al replegarse en los instintos de supervivencia más básicos.
Con el empirismo no se alcanza a explicar a la política. Lo «objetivo» no se reconoce cuando hay diferentes visiones de la realidad, enraizadas en diferencias de los sistemas sensoriales de las personas. Y no solo hablamos de la biología en cuanto a diversidad de rasgos de personalidad [predisposición] de los individuos, la cultura también, a través del lenguaje puede alterar la percepción subjetiva de las cosas, tal como vimos en el texto principal.
También la neurociencia, nos ofrece el concepto de disonancia cognitiva, para referirse al conflicto entre creencias, por ejemplo, cuando una persona solidaria, vota por alguien que no manifiesta ningún interés por ocuparse de la pobreza.


Como se ve hasta acá, el «equilibrio», como atributo inherente a la racionalidad, está ausente en el proceso decisorio común. Especialmente, si están presentes en ocasión de una elección, los componentes emocionales (inconscientes) como el miedo o la ira. Hay tendencias que son estimuladas por ciertas retóricas, por ejemplo, de deshumanización, que deriva en la visión del ‘otro’ como enemigo [brecha].
En definitiva, las creencias, las opiniones y los valores son modelados por factores a veces inconscientes, con lo cual no siempre existe una oportunidad real para los actores, de pensar críticamente sobre las elecciones.
Decidir en un mundo binario, conlleva menos ‘desgaste’, es más cómodo. Pero esa “facilidad” para decidir, es la que foguea el odio, la desconfianza, la polarización, las tensiones y la fragmentación social.
Vemos que algunos políticos, manipulan a sectores sociales, reforzando el deseo tribal de pertenecer a la manada, refugio que, además, desliga (sensorialmente) de la responsabilidad al “resguardado” sobre sus propias opiniones y decisiones. Lo diverso cede ante lo homogéneo y lo individual ante lo colectivo.
Y, finalmente, mencionamos una última enseñanza de la psicología, que nos ayuda a entender a algunos votantes que – a nuestro juicio – reafirman la adhesión al gobernante que los desfavorece, se trata de la coherencia; una característica de la personalidad muy apreciada por el sujeto en su fuero íntimo en primer lugar, y reforzada por la necesidad de ser coherente ante la atenta mirada de los demás.

El ‘problema’ aparece en forma aguda, cuando esa conducta resulta rígida, es decir, habiendo formado una opinión dada, ni la demostración con pruebas de que la verdad no corresponde a ese dictamen, no solo no logra persuadirlo de su error, sino que, al sentir amenazada su convicción, el efecto suele ser reforzar vehementemente su creencia. Ese fenómeno psicológico del enquistamiento de una creencia, se lo conoce como «persistencia».
Hemos recorrido (aunque someramente) las variables que intervienen en el proceso decisorio humano, que afecta por igual al terreno de nuestro interés primordial, que es la Política. Conociendo muy bien esta dimensión subjetiva del voto, los políticos, despliegan estrategias para manipular opiniones y conductas, antes que formular propuestas, incluso aquellos distanciados de las necesidades de las mayorías, y los exitosos (aunque egoístas), siguen haciendo buenas elecciones desde el poder. En la nueva era, ya no hay debate sobre plataformas o proyectos políticos estratégicos, solo polémicas sobre personajes y estilos.
Como dijimos precedentemente, la gente realmente involucrada en la política, en tanto participante activa, con cierto conocimiento y hasta sofisticación, es muy escasa. Algún relevamiento indica que apenas supera el 15% del electorado en nuestro país.
Esa proporción de la población que vota con cierto marco ideológico-partidario, no explica (ni podría) el comportamiento general [resultados] en las urnas. Sin embargo, lo curioso es que esos mismos ciudadanos militantes, suelen ‘racionalizar’ el proceder de los sufragantes bajo la perspectiva de sus propias premisas, para derivar conclusiones que naturalmente, no aciertan a dar cuenta de la ‘realidad’.
El entendimiento solo se puede lograr ponderando las otras dimensiones antropológicas, que involucran básicamente, sentimientos y emociones. Esa es la mirada analítica idónea.
Noviembre de 2025
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