Introducción
El propósito del presente artículo es ensayar alguna explicación plausible, acerca de las causas del comportamiento de grandes mayorías que, en toda sociedad, (de no contar con un llamado convocante de un líder carismático para acometer una epopeya emancipadora, y una estructura organizativa que los adopte y contenga), permanecen impasibles, frente a atropellos, cercenamiento de derechos, deterioro progresivo de sus condiciones materiales, etc. y, asimismo, desentrañar los motivos que los llevan a apoyar, votar, expresar su adhesión, para con dirigentes que los someten a esos agravios, muchas veces incluso anticipando esa conducta abusiva, en sus narrativas , manifestaciones ideológicas, o propuestas de campaña. Para la labor propuesta, y sospechando [hipótesis] que las conductas de las personas que procuran ser gobernados por actores que no favorecerán sus anhelos o intereses, son multicausales, será conveniente abrevar en perspectivas ofrecidas por distintas disciplinas, tales como la filosofía, la psicología, la sociología, etc. Por la acotada extensión del escrito, solo haremos una brevísima referencia en cada caso. Comenzaremos por abordar un fascinante fenómeno del que no escapa ninguna sociedad: la obediencia de las masas a una minoría.
A las Fuentes y su contexto histórico
Planteado el tema, y con el ánimo de reflexionar sobre la naturaleza de la obediencia y la sumisión en la sociedad, inevitablemente nos remite a un texto clásico de la filosofía política, uno de los primeros grandes alegatos contra la dominación y el autoritarismo: «El Discurso de la servidumbre voluntaria» (1572), de Étienne de La Boétie. Este texto es también conocido como El Contra Uno, y su poder “subversivo” aún sigue vigente. La obra surge en un periodo de agitación social y política en Francia durante el siglo XVI. El tenor es de enfrentamiento a la tiranía [motines y represiones], simbolizada por Enrique II, y refleja la lucha entre la LIBERTAD y el PODER. Es decir, se trata de un opúsculo precursor de los movimientos de resistencia, y como tal, del pensamiento moderno sobre la libertad y contra la opresión. Rescatamos como interpretación para nuestro fin, que la obra se presenta como una crítica a la obediencia y la sumisión del pueblo ante la tiranía [monarquías absolutistas], desafiando la noción de poder absoluto y la legitimidad de la monarquía. La Boétie plantea la pregunta sobre por qué la mayoría obedece a una minoría. La servidumbre voluntaria se interpreta como un deseo de servidumbre, en contraposición al deseo de libertad. Como central en su pensamiento, formulará la crítica a la alienación y la necesidad de una conciencia colectiva.
Algunos hallazgos del autor en el Renacimiento tardío.
El filósofo observa que la obediencia se mantiene a pesar de los riesgos que conlleva, como la muerte. Apunta que la historia muestra, que la mayoría no está sometida por su número, sino por su falta de organización, y, que momentos de unidad entre las masas pueden desafiar el poder establecido, aunque no perduran. También desde su propio análisis, aprehendió y plasmó que la noción de fuerza social es clave para entender las dinámicas de poder. Pudo demostrar con ese ensayo, que la sumisión más brutal no necesariamente es consecuencia de la irrupción del empleo de la fuerza sobre el pueblo, sino a través de la inconveniente elección popular y la pasividad de la costumbre. La enseñanza que sintetiza su trabajo, será entonces, que el Estado de Derecho deja de ser una estructura protectora, toda vez que el problema reside en las debilidades que abocan a la subordinación. El peligro radica en el consentimiento que prestan los ciudadanos a la función del gobernante, por medio de la única implicación política, cuando conforman su voluntad pública sea que hayan mediado intereses espurios o manipulaciones sofísticas.

Una Mirada Psicológica…
Los procesos de pensamiento y las emociones que subyacen a las motivaciones de los votantes son naturalmente un objeto de interés analítico, tanto para la psicología, la sociología como la ciencia política. De como los partidos o corrientes políticas, construyen sus campañas en torno a estos fenómenos psicológicos, son también materia de análisis de comunicólogos como de politólogos. En efecto, las decisiones políticas se basan en una compleja interacción de incentivos, sentimientos e interpretaciones, y cada persona tiene una perspectiva y una experiencia del mundo únicas. Por ello, no puede definirse como “ilógico” que algunos sujetos, puedan votar en contra de sus propias creencias o incluso intereses, en algunas oportunidades. Matices de pensamiento los hay infinitos, pero existen algunas motivaciones definidas por la psicología que sólo citaremos en modo de proposiciones, con el único afán de que el lector constate algunos condicionantes de las decisiones de los electores, que impiden emplear modelos de mera “racionalidad” para predecir resultados en el ámbito de lo político.
1. La lealtad partidista [identidad; sentido de pertenencia] puede eclipsar a los candidatos políticos individuales (fuerte sesgo).
2. Las políticas de identidad y las ideologías son fuertes motivadores (fuerte conexión emocional con minorías identitarias).
3. El efecto de “encuadre” moldea la comprensión de las personas, [forma de comunicar ideas, cuidando tonos, redacciones, etc., para enmarcar positivamente ciertos atributos de los candidatos o dirigentes, omitiendo cualquier otro que puede ser controversial, exaltar el patriotismo, por ejemplo,] se puede influir mucho en las percepciones y decisiones ciudadanas.
4. La influencia social y el pensamiento grupal son poderosos. (A veces se ahogan las creencias personales si discrepan con el pensamiento colectivo de su círculo social para sentir lealtad y armonía de grupo). El consenso prima sobre el análisis crítico. Las redes sociales amplifican sesgos existentes, solo validan lo preferido de cada cual.
5. La sobrecarga de información puede generar confusión [existe demasiada información —y desinformación— disponible, que la sobrecarga de datos impide a veces elegir opciones «justificables» para cada quien]
6. El nivel educativo afecta los resultados de la votación (a menor educación, se propende a centrarse solo en alguna de las políticas propuestas por atractiva, desatendiendo otras del mismo político, que pueden ser perjudiciales para el sujeto)
7. Los valores culturales o religiosos informan la moralidad (las creencias y normas fundadas en la religión, inspiran a apoyar a determinado candidato, que dicen compartir ciertos valores, especialmente si alguna figura influyente del credo se manifiesta por aquel)
8. La capacidad de relacionarse y las historias personales crean conexiones (los vínculos emocionales con los dirigentes se crean cuando se comparten experiencias de vida o antecedentes semejantes, y sus presentaciones se perciben como genuinas)
9. La apertura al CAMBIO influye en las decisiones de voto (algunos actores, a pesar de un panorama socioeconómico desfavorable, aplican lo de que “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Sesgo de confirmación, aunque sus intereses no sean atendidos, siguen una narrativa familiar, que coincide con sus creencias preexistentes, por instinto de supervivencia en lugar de por progreso y reforma.
A modo de síntesis y refuerzo…
Digamos que en la disciplina de la política se conoce de la antigüedad, que el sentimiento identitario es una de las razones por las que las clases desposeídas sustentan a los ricos. En efecto, es habitual (al menos en una mayoría de países) que las clases dominantes, se conviertan en representantes del país. Lo más común es la identificación con el triunfo deportivo, militar o la cabeza del poder económico. Lo asocian con la soberbia de una nacionalidad, la identidad y la patria. Emociones que los inclinan a avalar candidatos elitistas y/o individualistas, si les promete proteger esos ‘valores’. Algo similar ocurre en el signo opuesto. Hay una porción de la burguesía acomodada que rechaza a partidos que promueven liberalismo descarnado. Prefieren opciones que prioricen la protección social, la solidaridad y el bienestar general, aunque la fiscalidad no le sea favorable. Esto ocurre si hay políticos que apelen a su ética y moral [ideales y valores personales] con éxito. En definitiva; los cuatro factores constitutivos de la persona, y es a los que apelan los políticos, son los intereses [provecho, ganancia, comodidad, bienestar], los valores [lo meritorio, lo respetado, lo justo, lo trascendente], la identidad (o identidades) [rasgos que caracterizan, sentido de pertenencia comunitaria, la diferenciación con otros], y el 4°, último pero importante, los afectos [sentimientos que motivan, lo que se quiere y reconforta]. Con esos elementos se construye la conciencia, y son los que, solos o en conjunto, motivan lo que hacemos y cómo nos comportamos. Hay siempre un malestar que proviene del enfrentamiento interno entre lo pragmático y lo ideal. Por eso la política se recrea en las emociones, no se apela – verdaderamente – a lo puramente racional, que sería lo previsible. Se aplica el encantamiento o los llamados viscerales, para excitar un cierto instinto que el individuo ni controla. Peligroso y fascinante, pero democrático, en un marco de libertad.
Votando a Verdugos
Magnates tecnológicos que pretenden sustituir al Estado. Los movimientos populares que ya no enamoran a sus votantes, o sus dirigentes se pelean muy lejos de las mayorías. Pero también, hay gente que a veces se embrutece, que se equivoca y termina pegándose un tiro en el pie. Hoy, existen distintas crisis mundiales y locales (medioambiental, geopolítica, económica, migratoria, tecnológica, etc.) que afectan a los pueblos transversalmente. No son tiempos de equivocar el diagnóstico.
La solidaridad es la ternura de los pueblos, decía el Che Guevara. La esperanza juega un factor a veces decisivo en la inclinación hacia un proyecto político, que tal vez no ofrezca al actor más que un futuro (impreciso) prometedor, pero mientras, adelanta recortes de ingresos, derechos laborales y de asistencias sociales, y, aumentos de tarifas, educación y sanidad. Los intereses subjetivos de hoy se deben aplazar hasta la llegada de la “mejora objetiva”. Una falacia, pero abonada desde todo tipo de medios y no suficientemente contradicha desde la oposición nacional y popular. Los afectados abundan en la “clase media aspiracional”, o humilde clase trabajadora a secas. La identidad nacional sólo es útil cuando es el propio pueblo quien la define y la construye, sin embargo, la historia nos enseña, que cuando los intereses de la clase dominante son insuflados en el pueblo bajo el manto de valores de «patriotismo», allá van todos a defenderlos, incluso cuando sean a consecuencia de un alineamiento automático de la derecha a provechos extranjeros, hasta el extremo de ofrendar sus vidas. Solo hay dignidad en una lucha, cuando se defienden los valores de la humanidad, no de una minoría.
¿Es La Economía, Estúpido?
Algunos autores [Jessé Souza et al], desestiman que se trate de razones de índole económica, las que generan el fenómeno –que experimentamos en Occidente, y ejemplarmente en nuestro país–, de pobres votando a extrema derecha, que normalmente perjudica a los más desprotegidos y privilegia a los más poderosos. El sociólogo brasileño, después de años de análisis de las dinámicas de clase y poder, desarrolló una hipótesis, de que es una motivación moral lo que moviliza a los pobres a inclinarse por políticos outsiders y duros de derecha (Trump, Bolsonaro, Bukele, Milei), conocida como el “Síndrome del Joker”.
La humillación es precisamente la herida moral que el sistema neoliberal produce en los pobres, la soledad y marginación que se siente por el individualismo puro que se vive hoy, la falta de imaginación y fantasía que frustra a muchos, y es a partir de aquella, que se produce su reacción que los termina arrojando como motor político a los brazos de la derecha. La derecha radicalizada le ofrece al humillado un lugar en el que sentirse más poderoso (apela a sus emociones), les da (supuestamente) un reconocimiento social y, hasta derivar su resentimiento mediante la agresión a los más débiles y vulnerables aún que ellos, sin culpas ni rastros de incorrección por un falso moralismo construido por las élites, las que logran desviar con una narrativa simplista, el blanco de la culpa de los verdaderos responsables de la desigualdad. Y así se conforma la paradoja que los humildes voten contra sus intereses materiales. La pobreza se cruza con la ideología. Pero eso ocurre, porque no siempre existen en la sociedad, instituciones protectoras que organicen y canalicen el malestar, como resistencia colectiva. O existen como en Argentina, pero no funcionan adecuadamente y por tanto están deslegitimados (sindicatos, partidos progresistas, redes comunitarias) por lo que quienes no se sienten representados [¿abandonados?] buscan alternativas disruptivas que prometen “hacer arder todo” o “rebanar a la casta”. Resumidamente; una salida pre-política o; adhieren a una transformación radical del sistema.

Reinterpretando Discursos Ultraliberales
Mas allá de los efectos de a la manipulación mediática, las clases populares no son agentes pasivos; resignifican los discursos según sus propias realidades. Aun así, el concepto meritocrático ha calado hondo, de tal suerte que algunos trabajadores, incluso precarizados, perciben las políticas asistencialistas como injustas, y no valorado su propio esfuerzo laboral. Por eso, las figuras “auténticas” y disruptivas que desafían al establishment (¿?), se presentan apelando al sentimiento de abandono de las clases populares y de ese modo, se conectan emocionalmente.
La desinformación y los escándalos de supuestos actos de corrupción acerca de los gobiernos populares, va forjando opinión negativa, particularmente en aquellos. cuyas condiciones materiales al momento no son buenas. Hay una inclinación hacia quien –desde la “limpieza moral”– ¡promete patear al tablero! Como se ve, no es desde una racionalidad económica. La fragmentación social, la instrumentalización del miedo y la narrativa del mérito individual han sido factores fundamentales en la configuración del voto de los sectores empobrecidos que se inclinan por quienes los desfavorecen. El Odio, las Mentiras y la Banalización inoculados también tienen sus efectos en ese sentido.Los que no tienen trabajo estable, pierden un poco la ligazón con la realidad, dicen los psicólogos, en virtud de que es una función esencial en la vida singular y colectiva, que pierde el desempleado. Por otra parte, hoy el TRABAJO ya no parece ser el terreno de disputa política por excelencia del pasado, sino un territorio despolitizado y des-socializado. No hay siquiera una lucha cultural en su seno. Tampoco puede haber una hegemonía en la clase trabajadora como fue tradicionalmente atributo del peronismo. El voto bronca se frustra a la larga, pues si va a alguien que no tiene una rebeldía REAL ante ningún poder, es solo un grito desquiciado, no una furia constructiva que conmueva estructuras. Lo mismo ocurre con la proclamada “Libertad”, si no conlleva el anhelo de aplicarla contra la injusticia, no se trata de un IDEAL, es sólo expresión de un narcisismo que no acepta restricciones. Esto lleva a una disociación entre el votante y el elegido, por falta de representación.
El voto juvenil, sin pretender valorizaciones generalistas, ya que esa etapa etaria suele estar atravesada por diversos contextos y condiciones socioeconómicas y culturales, por lo tanto, las preferencias serán multicausales y heterogéneas también. Sin embargo, hay un denominador común a una gran mayoría juvenil que podemos considerar: la rebeldía a los mandatos. Pero, cuando muchos mandatos sociales o culturales cuando no se pueden cumplir [casarse, adquirir una propiedad, generar una familia, obtener un buen empleo, o emprender un negocio próspero, etc.], entonces caen y eso genera una sensación de desamparo; votan desde una perspectiva descreída. Un tal votante, está en una actitud de no dar importancia a quien se apoya o al resultado, aunque éste sea pésimo para las expectativas de las mayorías, o, incluso, el estallido del sistema, como desarmar al Estado. Pueden seguir a quien propone una lógica destructiva. Por ejemplo, a un negacionista o, a un desconocedor de los derechos del ‘otro’, con el cual – por consecuencia – no tendrá disposición a dialogar. Todo esto se enmarca en la visión de amigo o enemigo, no como adversario al contrincante; al opositor se lo suprime.
Milei es caos
El presidente es la pura irracionalidad. Sus contradicciones son de antología. Al pretender erradicar al Estado, o mejor dicho a gran parte de su estructura y funciones, no percibe que esa drástica reducción de ministerios y organismos, implicará desamparar a millares de personas, que hoy encuentran respuestas a sus inquietudes, peticiones, quejas, etc. frente a las respectivas carteras, las que, al desaparecer, no habrá quien se ocupe de esos asuntos, problemas que seguirán existiendo. Es un proceso regresivo ya que retrocede en la complejidad que se logró incorporar al quehacer del Estado. A Milei sólo le preocupan los números, las cantidades, no le preocupan las cualidades.
Niega la realidad y en verdad, no pretende transformarla para cumplir el anhelo de las mayorías.Como en los ‘90, está todo expuesto, pero muchos no lo quieren escuchar. Esta ambigüedad discursiva, en la que las cosas se saben y no se saben al mismo tiempo, instala una complicidad en la que nadie es responsable de nada porque todos saben todo. Transparencia, que le dicen. Todo el aparato de marketing electoral del gobierno y sus aliados (medios transnacionales y empresas financieras), entrenados en la política del abuso, tiene en la mira a esta parte del electorado donde reinan la impotencia y la soledad. Se le promete al individuo saltar la grieta y ubicarse en el lugar esperado, pero hay mucha más gente que lugares. Ante la angustia de quedar fuera del mercado, mucho eligen al “más fuerte”, creyendo que formarán parte del equipo y “salvarse” pues supone que ese actor o el propio «mercado» sabe lo que le conviene. El desafío para la política y la economía hoy es cómo ampliar lugares, no eliminar competencia (o gente), pero no parece haber imaginación.

Desde La Pedagogía
El gran pedagogo brasileño PAULO FREIRE (1921-1997), planteó claramente el carácter político del problema educativo en nuestra región (o cualquier otra ‘periférica’), advirtiendo que la educación tradicional, producía aceptación de la opresión por parte de los oprimidos, ya que ella desdeña la importancia de crear una conciencia colectiva en las masas populares sobre su realidad, por lo que resulta casi imposible la aspiración a la justicia social. Creará con pedagogía liberadora entonces; el «Método Freire», para que con conciencia social puedan enfrentar a la dominación opresora y buscar la transformación social y política de esa realidad. El peligro de que las asimetrías y la desigualdad se perpetúen para el autor, lo expresó en una frase contundente: “Cuando la educación no es liberadora, el sueño del oprimido es convertirse en opresor”. En ello radica su poder político el trabajo educativo, cuando despierta conciencias. A ese propósito de la emancipación, en los ’60 y ’70 se desarrolla simultáneamente la «Teología de la Liberación», una relectura del evangelio enfocándose en la marginación y opresión de los pueblos, que se articulará con la Pedagogía del Oprimido de Freire. Ambas corrientes, concomitantes con enfoques críticos, del pensamiento marxista una, y con la mirada cristiana centrada en los pobres la otra, se articulan postulando la acción política para el cambio, contra la opresión y la injusticia y procurando la dignidad humana y la justicia social, es decir del derrumbe de las estructuras opresoras. Por último, tengamos presente, que la consciencia es el estado de saber y ser lúcido respecto a las causas y consecuencias de los acontecimientos actuales. En otros términos, es la capacidad de estar consciente de los sucesos y sus circunstancias. Por ejemplo, si la gente no conoce la existencia de la esclavitud moderna [no es consciente del hecho]; nadie se unirá a la lucha contra ella.
El Pobre Votante del Rico
No es descartable un quebrantamiento democrático en nuestro sistema, pero –y a pesar de la debilidad de nuestras instituciones políticas y el autoritarismo inédito desplegado por el presidente Milei–, aún no entra en el rango de lo razonablemente probable desde el punto de vista de la ciencia política. Sin embargo, si continúa deteriorándose la economía de las familias, las opciones de estabilidad pueden cambiar. Con Milei, las políticas serán cada vez más ‘osadas’ en cuanto a lo antipopular de sus resultados, tiene un nutrido contingente de exfuncionarios PRO y ex JxC para implementarlas gustosamente (e incluso, una masa de fervientes acólitos en lista de espera), ya que con su discurso populista y disruptivo o antisistema, logró crear una coalición de descontentos con la gestión anterior, cuya decepción cundió entre las clases más bajas, y la pérdida de poder adquisitivo por la inflación que afectó a la clase media también, es decir, a la gran base de la pirámide social.
El peronismo ha perdido entonces, una parte importante de su base electoral tradicional: la clase trabajadora. El populismo actual se gesta en la «antipolítica», que medra entre los escombros de pandemias y desastres naturales. Han encontrado los libertarios así la fórmula para contactar con la gente de menos ingresos y trabajadores formales, al menos en la congregación electoral, una vez en la gestión, se resienten los lazos con los más vulnerables, porque como mínimo, los invisibilizan. Ya dijimos que su persuasión es asistida con los diversos mecanismos y recursos de manipulación social e ideológica, entre ellos los medios de difusión (televisión, radio, prensa, redes, streamings, etc.) encargados de desinformar, mentir, amenazar, crear zozobra y miedo, augurar el apocalipsis y, a la vez, generar ilusiones y prometer el cielo. Así muchos “ciudadanos de a pie” en condiciones pauperizadas o no tan buenas, dejan de votar por quienes los representan políticamente en verdad, y en cambio lo hacen por quienes empeoraron y pueden seguir empeorando su situación de explotación. Porque prima la ignorancia y la inconciencia del poder del voto, en otros términos, la alienación asistida por la manipulación desde el poder. Se promete más democracia (¿?), la “libertad irrestricta”, el “libre mercado”, el “derecho a la propiedad”, que “no hay que ahuyentar las inversiones”, etc. Se ofrece “un país más justo”, que termina siendo naturalmente, una quimera. De modo que hay pobres, convencidos, que defienden lo que no les pertenece, el poder que nunca han tenido ni tendrán. Todo se diluye, cuando los compromisos de la derecha no se cumplen [no se materializan los beneficios], y, ante las protestas que emergen, se judicializan sus acciones y se establecen protocolos para reducirlos y reprimirlos a mansalva, en nombre de la “paz social”. Capítulo aparte merece la clase media típica: mandos medios de empresas, pequeños empresarios y comerciantes, profesionales independientes, funcionarios con cargos públicos o privados, etc., que también se orientan a apoyar a la oligarquía [el poder político es ejercido por un grupo minoritario], la cleptocracia [cuando prima el interés por el enriquecimiento propio a costa de los bienes públicos] o simplemente la derecha ultraliberal, todos sistemas o formas de gobierno que no procurarán mejorar la situación social, ni moderar privaciones de ninguna naturaleza, por lo que sus aspiraciones no serán cumplidas. Una vez más, debemos insistir que la representación inadecuada en la política, es hija de la carencia de formación ideológica, política y de un nivel de conciencia de clase. Sobre esto último, digamos que creerse burgueses siendo trabajadores dependientes de un salario (por más alto que sea), –tan común en el pensamiento del «mediopelo»– y no vivir de rentas del capital, es un claro síntoma de este déficit de discernimiento. Miguel de Unamuno decía que el neo analfabetismo cultural también se manifiesta entre las personas tituladas y hasta en académicos, es decir, aun poseyendo formación profesional, carecen de cultura política. Serían los analfabetos políticos y culturales. Resumiendo, los pobres ignorantes que votan por los ricos (sector social vertiginosamente creciente), y, las clases intermedias que se suman a esa opción, se forma un considerable conglomerado que decide en la balanza el peso de las elecciones. Una tesis probada en la realidad argentina.

La Plutocracia Ayudando a NO PENSAR
Mientras tanto, el poder fáctico, con el propósito de apisonar conciencias y asegurar la sumisión ciudadana mayoritaria, pese a sus avances sobre los derechos protectivos y participativos, mantiene –a través de sus representantes o de los medios de comunicación a su servicio– una permanente campaña de desideologización, con su correlato de despolitización imperante. Milei y la clase dominante a la que sirve, pretenden, a la vez que cercenan derechos fundamentales, que las masas vayan olvidando toda época en que los gozaron, como un surrealismo dentro de la marcha de la historia. A su favor, cuentan con partidos políticos desarticulados, sin organización, ni filosofía que defina una línea ideológica, ni tampoco doctrina y programa con propósitos claros. El transfuguismo de esta época es un claro síndrome de aquella situación. La pedagogía actual, deja mucho que desear en la formación política y en la cívica. La evidencia está en la propia conducta de los jóvenes que, mayoritariamente, desconocen sus derechos y carecen de conciencia de clase, incapaces en gran número de poder leer la realidad, y desde ya, menos en transformarla.
El Outsider “Transformer”
Un líder emerge sin carrera política previa y su éxito no está determinado por cargos públicos que haya ejercido previamente, sino que su éxito nace de una esfera que no es la política. No posee vínculos con partido político alguno, pero si ha de participar en la esfera política, necesita formar uno propio, el que dependerá totalmente de su propia figura. Aprovechando el pobre desempeño de los partidos como poder y oposición, (pobreza, delincuencia, seguridad, etc.), se presenta el forastero como limpio, ajeno al sistema y como una solución ante los problemas que acosan a la población. Una incompetente gestión pública, unida a los escándalos de corrupción reales o inventados, ocasionan un rechazo del pueblo, que deviene en un vacío, espacio que alguien aprovecha a llenar con “propuestas nuevas” no contaminadas por la política. Para el salto, el «independiente» necesita ser popular en su medio ambiente (profesional, académico, deportivo, etc.), o un golpe de efecto “publicitario” programado, o, hacerse paulatinamente conocido, preferentemente participando en la tv, y en los medios en general. El descontento popular con los partidos tradicionales ya en estado líquido, hace el resto para darle sustancia al candidato. El drama para la Historia, es cuando tales aventureros concitan la mayoría de votos, sin propuesta de país, sin programas de gestión pública y sin aptitudes de gobierno. La ambición detrás del ejercicio del poder, invariablemente conduce a la corrupción y a la rapiña de fondos públicos, amén de alterar la distribución de la riqueza en un giro totalmente regresivo.
Literatura que ayuda a entender la paradoja
Un título que aporta muchos elementos para analizar la incongruencia de los desposeídos apoyando a los saqueadores es «¿Por qué los pobres votan a la derecha?» de Thomas Frank; un ensayista estadounidense, que trata de desentrañar las causas de las tendencias cambiantes del electorado progresista y democrático de la clase obrera urbana y rural, hacia una laya dirigente que aplica políticas neoliberales salvajes en detrimento de esos mismos electores. En otro trabajo –por ejemplo– revisa cómo la dirigencia de partidos populares, al gestionar, se inclina por las élites financieras antes que favorecer a las clases populares, y allí, otro factor de derrota ante la derecha. Cuando se verifica el dato de que una porción de la clase obrera le concede medios políticos a los conservadores, se cumple el sueño de éstos; legitiman el desmantelamiento de las conquistas que el movimiento obrero supo lograr en el pasado. Frank enlista, que la derecha descubrió ya hace tiempo, el uso que podría hacer de los sentimientos tradicionalistas, o simplemente reaccionarios de una fracción del electorado popular, en momentos en que el movimiento obrero se deshace o surgen discordias entre o con sus dirigentes, corroyendo el sentimiento de clase y adormeciendo el impulso “socialista” [solidario]. Por otro lado, la propia inestabilidad o inseguridad desencadenada por gobiernos de derecha (capitalistas financiarios) a su turno, propicia la búsqueda de seguridades por parte de las clases populares o medias que los dirige a otro universo, como el moral, la añoranza a los viejos valores familiares, y la sensación de estabilidad de otras épocas. La derecha promercado, tiene, no obstante, y por cínico que parezca, la habilidad de presentarse como defensora de esos valores, incluyendo el “Orden”. Así, se presentan las otrora conquistas obreras como ‘remoras’ del pasado, reliquias que hay que desmantelar en pro de la “competencia internacional” por inversiones y comercio. Hoy se impone que el disfrute deje paso al sacrificio. Al mismo tiempo, se desnaturaliza el “valor trabajo”. Especialmente en el interior, a la tradición más arraigada del catolicismo, se la ha sumado en las últimas décadas, una pléyade de templos evangélicos, algunos de los cuales propalan (tratando de imponer en sus fieles), un regreso a los «valores tradicionales» con un sesgo fundamentalista, sin cuestionar el auge de principios ultraliberales incompatibles con la doctrina cristiana. Estas feligresías, reivindican cierta moralidad religiosa, tradición familiar y virtudes, que solo la derecha parece ‘defender’, culpando al “Estado” de la conculcación de esos valores y el avance sobre las libertades íntimas de las personas, generando así, un sentimiento de anti estatalismo, que después usará para justificar su desmantelamiento. La izquierda o expresiones populares, parecen haber sobreestimado la importancia de las cuestiones sociológicas, mientras que el hecho religioso, la cuestión espiritual, ha sido en gran medida subestimadas. A su vez, como fenómeno mundial (al menos en Occidente), las derechas se presentan como “desacomplejadas”; pues no ocultan en sus discursos (y acciones) algunos propósitos antes inconfesables a la opinión pública. Pero su logro mayor es, que han logrado la redefinición de la cuestión social de forma tal que la línea de división no oponga ya a ricos y pobres, capital y trabajo, sino a dos fracciones de la clase trabajadora entre sí, la que “no puede hacer más esfuerzos” y la “república de las personas asistidas”.

Además, la derecha “liberal”, en su narrativa, reivindican a «los que no son directamente asistidos por el Estado, que serían los olvidados, porque no gritan, no se manifiestan, y tampoco son culpables de las plagas que infectan al país». Tranquilidad, no tumultos, ni quejas. Esa “mayoría silenciosa” de los pequeños contribuyentes que “no aguantan más” contra la falta de reconocimiento. Ese rencor que se puede generar, hace carburar la locomotora conservadora. Todas esas cuestiones difusas, como el orden, ciertos valores tradicionales, la moralidad, el mérito de cada cual, la familia, etc., que proponen, evitan a la derecha conservadora hablar sobre el tema de los intereses (económicos) que verdaderamente representan (minoritarios, de élites). En el campo siempre fragoroso de la “Batalla Cultural”, el espacio popular baja la intensidad de su discurso de lucha, por temor al rechazo de muchos centristas [¿miedo a su propia sombra?], paradójicamente, esto se da cuando la derecha está sin contención en el suyo, y no padece complejo alguno sobre sus posiciones; proponen decisiones, no ecos. Por eso avanza.
En resumen, en el último medio siglo se produjeron transformaciones sociológicas y antropológicas, que la derecha vio como oportunidad para acaparar simpatizantes, esto es, por ejemplo, el debilitamiento de las organizaciones gremiales (expulsión de trabajadores formales y crecimiento de cuentapropismo), la creciente población asistida desde el Estado que contrasta con la que mantiene trabajos remunerados y sienten que son los únicos que ‘se esfuerzan’ para subsistir, va creando una fractura socioeconómica dentro la misma clase media y proletaria, sin ser verdaderamente la dicotomía que existe entre desposeídos y ricos, o pobres y privilegiados, tal como se percibía en el pasado. Esa grieta fue y es alimentada por la derecha neoliberal, con una narrativa de exageraciones, datos inexactos, falacias y ejemplos tramposos, todo lo cual exacerba el resentimiento de quienes se creen con méritos suficientes, pues “madrugan y trabajan duro” para tener una vida mucho mejor, que aquellos de su clase que reciben ayuda estatal estando desempleados. El adversario es mi vecino, quien usufructúa de lo que yo aporto, no el rentista, el capitalista prebendario, el fugador de capitales, el evasor de impuestos, el funcionario venal, etc.
Conclusiones sobre la Desfachatez de las clases acomodadas y la Alienación Social.
¿De dónde viene la euforia por el triunfo del poderoso, de parte del humilde abandonado a su suerte?
– La falta de educación y formación política, empieza a dar la respuesta. Ya vimos que desde el poder factico se desinforma, se desmoviliza, se adoctrina. Pero son igualmente responsables los dirigentes populares que prefieren una militancia utilitaria, pega-afiches y claque, que no piense por sí, y por tanto no dispute el poder o los cargos vacantes, y, entonces; no promueven la formación de sus bases, cuadros críticos.
– La identificación con el exitoso. Lo aspiracional en acción, como si el rico más votado, una vez en la magistratura tendrá la pulsión (¿divina?) de sacar al resto de pobre.
– La creencia que un empresario es salvación. Muchos tienen la falsa convicción que solo el empresario crea empleo, y, además, repiten la falacia de “Por lo menos tiene plata, no necesita robar”,como si la evasión tributaria, que en el país es un deporte profesional, no fuera un robo a todos, o que no pretende capturar el Estado para legislar a su favor.
– La ideología individualista crea espejismos, anula conciencias, tales como “ser parte del sistema” o “miembro de la clase media”, no de una clase trabajadora, aunque sean igualmente exprimidos.
– El clientelismo en la miseria, con promesas, chantajes, “oportunidades” de todo tipo. La necesidad mata la dignidad cuando no hay organización.
-La traición, defección y transfuguismo de muchos dirigentes populares. Hoy es cada día más elocuente el perjurio y el abandono de principios y doctrina de los partidos políticos, por parte de algunos de sus responsables. Proclives a la “negociación” privada con el oficialismo o con el poder real [opresores de sus pueblos], las transacciones de tales cabecillas, a veces terminan en cambio de bando, en momentos críticos o electorales, o lo que es aún peor: permaneciendo en un “quintacolumnismo” interno. Cuando prevalece la obsecuencia, la base solo son masa, nunca cuadros críticos, el efecto es confusión, ignorar quien los traiciona puede significar terminar sirviendo a quien los abandona. La masa así, también resulta incapaz de diferenciar al explotador del explotado.
EPILOGO
En el cierre reafirmamos que, la conducta humana, en nuestro caso la política, no se explica por los intereses materiales, sino principalmente por aspiraciones que podemos llamar «morales», de tal suerte que, podemos reputar de prejuicio el pensar que nadie actúa contra sus intereses. No prevalece la mirada economicista para la decisión del elector de a pie. Hemos repasado en todo el texto, diversos factores que impulsan a pobres y clases medias depauperadas votar (masivamente) a los representantes de las grandes fortunas, la desregulación financiera y la eliminación de impuestos y de políticas sociales [v.gr.: Trump, Milei et al].
Como también hay que remarcar como otro continente del mismo fenómeno, el grado de animadversión que, pese a sus generosas políticas sociales y a un crecimiento económico con redistribución equilibrante, despiertan gestiones de gobiernos populares en ciertos sectores sociales, claramente beneficiados por esos datos [v.gr.: CFK.] donde diversos medios adversos crean sentido.
Son las ideas o “relatos morales” que tiene la gente en la mente, insufladas, elaboradas o inseminadas, lo que late al momento de decidir sus apoyos. Vimos la meritocracia, su cautivante individualismo (que rompe la fuerza de la unión) y proyecta frustraciones y culpa sobre semejantes, y no sobre élites u oligarquías.Otro relato deviene en el antagonismo «pueblo-políticos corruptos», que sustenta la falaz “antipolítica”, o la pretendida “nueva dirigencia no contaminada” (outsider). Por lo mismo debemos incluir el de la «retrotopía» de un pasado idílico, que hay que «hacer grande de nuevo», un discurso nostálgico de épocas ‘prósperas’ y con una ética a la que – supuestamente – hay que volver. Mencionamos también, la rebeldía ciega de parte de esa clase media empobrecida y humillada que expresa su resentimiento votando a esos otros «jokers» de lujo, con motosierra, incluso, según Jessé Souza explicando su ‘síndrome’. El problema es – apuntamos nosotros – que la búsqueda de la solución a los problemas sociales dejó de ser colectiva en el imaginario común. Se reduce al esperado éxito individual; el «héroe» que gana la lotería, por ejemplo, o la “pega” con un emprendimiento. El egoísmo como principal característica humana, se presenta como el orden natural de las cosas, aunque claramente es una construcción ideológica.
Señores, no hay tal cosa como «orden natural», la filosofía se encargó de cuestionarlo con la lógica, y la historia de mostrar su alteración periódica en la vida social, económica y política de los pueblos. Hoy podemos decir que la explotación burguesa no es algo natural e inherente a la sociedad humana, como no lo fue el absolutismo monárquico de los reyes cuyas cabezas rodaron, ni la nobleza parasitaria que se eliminó, demostrando su prescindencia para la prosperidad y el orden de la sociedad. Y; que los modos de dominación y el poder político, cambian. Sabemos por Gramsci, que todo sistema social crea una hegemonía ideológica que sustenta a la clase dominante. En este sentido, se justifica como indispensable e irremplazable, sin la cual la prosperidad sería imposible y el ‘mundo’ se hundiría en el caos. Hoy se reivindica algunos conceptos como verdades incuestionables, que fueron alguna vez revolucionarios, como el de Libertad, pero omitiendo sus compañeros tradicionales, como Igualdad y Fraternidad. Y ello, porque como todo sistema ideológico, su contenido es clasista, tanto que en la práctica excluye a la mayoría. Su discurso es incluyente, la realidad que impone no lo es. El éxito del sojuzgamiento como vimos en el desarrollo del presente, es convencer a muchos que comparten los mismos intereses que la clase dominante, y la zanahoria del asno es la ilusión de cada cual, a convertirse de explotado a explotador [rico y dominante], por más perversa que moralmente luzca. Seguramente no hay espectáculo más triste, que ver a los pobres defender el derecho de los ricos a perpetuar su pobreza. Ese es el verdadero triunfo de la ideología elitista [en cualquiera de sus modalidades], que hace del sojuzgado un cómplice de su propia explotación, particularmente cierto en el seno de la clase media anhelante en su egoísmo [aspiracional]. Así como pretendemos que los líderes –especialmente aquellos que proponen transformaciones–, cuenten con la habilidad social que llamamos CONCIENCIA POLÍTICA, capacidad empática [inteligencia emocional] que les permite leer con precisión las relaciones básicas del poder, la realidad externa (existencia de grupos con intereses) e interna de su propio partido, y poder así manejar el poder y la influencia para el beneficio del conjunto, el resto de la sociedad debe contar con CONCIENCIA SOCIAL para vivir su propio y deseable presente y futuro. Vivimos una época de descreimiento y confusión. Se impone una nueva conciencia que desafíe a repensar nuestras prácticas políticas y éticas actuales. Que nos invite a cuestionar las estructuras de poder que perpetúan la desigualdad y la explotación, y nos llame a nuevas formas de solidaridad y colaboración que trasciendan la indiferencia y la crueldad que desde el poder nos irradian. Una conciencia que rete las narrativas dominantes que sostienen la explotación y la degradación, proponiendo otro Ethos. Si no hay autoconciencia colectiva y no se vive la experiencia de una identidad social agrupadamente compartida, el sistema imperante se cristalizará en estas lamentables condiciones para el pueblo. Por eso, es necesario acrecentar la participación en las movilizaciones de reclamo y protesta. Las redes sociales transformaron la manera en que percibimos el mundo y participamos en cuestiones sociales y políticas, por ello, pueden ser un vehículo poderoso para generar conciencia, movilizar a la sociedad civil y promover el cambio. Pero debe hacerse un uso crítico de ellas, eludiendo la desinformación y cuidando la privacidad. El campo de batalla es variado, porque todo está imbuido en ideología, que se expresa en el arte, la filosofía, la religión y muchas otras expresiones culturales, no solo en el debate político público, por lo que la lucha es mucha, pero es el único camino a la emancipación de los pueblos.
